Buenas Nuevas
Noticias, comentarios, crónicas sobre artistas, poetas, movimientos, tendencias locales y globales. Nos gusta decir: glocales.

Érase una vez en Venezuela. Congo Mirador.
Una película sobre el país actual.
Titular una película con esa vieja clave para comenzar los cuentos ya convoca nuestra atención frente a la historia que viene. Nos prepara apelando a esas palabras mágicas propias de los cuentos maravillosos con los que nos mecieron la cuna y nos hicieron crecer en los primeros años de nuestras infancias. De no ser por la promoción por gotera de premios que ha recibido la película, podríamos pensar que se trata de alguno de esos cuentos maravillosos ocurrido en el país amado.
Pero la historia se hace más local después del punto y seguido para ubicarnos en el mapa, cerca de la tierra del sol amada a la que alguna vez le escribió Don Rafael María Baralt en Adiós a la patria… Creo que muy pocos teníamos noticia sobre ese nombre de ese pueblo que mira; sobre ese ojo ancestral por donde guiña potente y ad aeternum la eléctrica, la enigmática mano furtiva del relámpago del Catatumbo; sobre ese nombre de origen africano en aguas del Zulia. Iba a decir, sobre esas tierras del Zulia, pero, no. Allí lo que hay es el agua y los palafitos de la pequeña Venecia que vieron los ojos de aquel navegante italiano por quien América recibió su nombre. Es decir, esta historia nos toca desde antes que naciéramos, esta historia es un cordón espiritual con la patria. Volvemos. Nunca nos hemos ido de esta ensoñación, de este paraíso, un paraíso ahora desvaído como una vieja acuarela.
Probablemente sean estas algunas de las emociones y las razones por la que conectamos apenas se desarrollan los primeros compases de esta película dirigida por Anabel Rodríguez, apoyada por el Sous-Chef Sepp Brudermann. Una hechura artesanal exquisita. Una película hecha al calor de los sancochos públicos con la colaboración de toda una Brigade de Cuisine y al calor del sur del lago del Zulia ¡qué molleja! Una película hecha por valientes, una suerte de documental de guerra que hasta nos hizo recordar algunos pasajes de Apocalypsis Now…. Una historia que discurre entre las aguas desoladas por el napalm visible e invisible de unos canallas… Sí, es la historia apocalíptica de un pueblo -protagonista de la película- que cuenta sus últimos estertores desde el dolor del moribundo. Una historia local en la que se condensa la tragedia nacional y regional de un continente lacerado que pugna por sobrevivir. No. Por seguir viviendo. Por seguir viviendo dignamente como merecen los seres humanos y la naturaleza toda.
Tuvimos que verla por partes porque, aunque la historia fluye por entre las aguas turbias, se te van aguando los ojos a medida que vas percibiendo nuevamente el dolor que se te retuerce en el pecho del alma. Es una película en la que la mirada sobre las niñas, los niños y sobre el viejo abrazando su barco Venezuela, perdido en la selva, te saca algún mohín de ternura, pero, aun así el ahogo que te produce te deja sin aliento.
No es una película común y corriente. Es una película excepcional hecha a lo largo de siete largos años con unos telescopios y unos microscopios que te van metiendo en una lógica extraña, aunque conocida. La lógica agria y virulenta de una desalmada y desangelada, ignorante y perversa gente enferma de excesos burocráticos y demagógicos, por una parte y, por la otra, una lógica propia de quien mantiene la cabeza fuera del agua para seguir respirando. Todo dentro de una lógica más grande, cercana a Macondo o a Comala.
Ya ha sido vista y aplaudida por mucha gente ¡Y las que faltan!, ha recibido varios premios y hasta se aproximó al Oscar. Se agradece los que han sido recibidos y si vienen más reconocimientos, pues, merecidos estarán. Pero, esta película no se hizo para ser premiada. Como una amazona guiando la libertad, remando a contracorriente, esta película se hizo para registrar y denunciar la tragedia del memorial de agravios sufridos por las venezolanas, los venezolanos, la Pequeña Venecia toda ¡Y la tarea que se asignaron sus creadoras y creadores ha superado sus propias expectativas!
Aquí queda consignado un testimonio de mucha reciedumbre, de mucha energía anímica, de muchas emociones. Testimonio doloroso, agudo, punzante… Espina de cardón clavada y enconada en quienes han perpetrado el asalto, en quienes han traicionado al país amado, en quienes lo hemos recorrido, lo hemos vivido y lo vivimos en carne propia, en quienes lo ven, en quienes viven la tragedia del Congo Mirador como protagonistas de una historia muy bien contada que comienza diciendo: Érase una vez en Venezuela.

¡SALSA!
Esencia Caribeña de Vida.
A la memoria musical y humana de Pacheco, Celia, Cheo, Héctor y los otros históricos.
Si algo trajiste y algo sigues teniendo es misterio. Misterio vital que nos acerca. Misterio fecundante, indómito, rizomático y variopinto. Urbana, rural y poética. Calle luna, calle sol. Misterio hecho verbo, piel y sudor. Certero misterio a voces para afinarnos en un todo. Posible, sonoro, cadencioso. Esencia caribeña de vida ¡Dionisos es contigo!
Mixtura sensual con la que ungimos la vida y sus pasos nos permitan continuar. Toda la olla del Caribe vibra en los cuerpos y esas corrientes agitan el bamboleo recibiendo tu mágica invisibilidad envolvente, tan tuya, hecha suculencia sonora al compás de voces y voces, instrumentos y sentimiento, tú. Amable fusión desde la mitad del mundo y desde la médula. Delta que se abre para disponernos mejor y recordarnos en los cuerpos una manera de bailar la vida para que no pese tanto.
Con verbo, sustantivo, amor, melodrama y buen humor -junto a tu maravilloso cofre de armonías y melodías-, encuentras empuñaduras, seguidoras y seguidores, incondicionales, aun en medio de la amarga región y los tiempos absurdos. Siempre vendrás a decirnos que pronto llegará el día de la suerte cuando seguro cambiará nuestra ventura, sí.
Reducto de afinidad, eres ayer y hoy y seguirás siendo fenómeno glocal bailado, voceado y gozado desde las adoloridas Caracas y Cali, pasando por las aturdidas Lima y Santiago, hasta llegar para quedarte en las calles de Suiza y de toda la tierra, y la bailen hasta las damas croatas y todas las mujeronas del universomundo.
En el terruño y en la diáspora, aunque falte comida y sobre agua, seamos rechazados o bienvenidos… ¡Tú, ahí, ahí, ahí! para animarnos y seguir antes de un completo achatamiento y el anunciadamente terrible emparejamiento de lo que somos ¡Zape, gatillo! ¡Vuela alto! ¡Sigue tu vuelo! ¡Cambia el paso! ¡No te detengas!
Yo te canto y te bailo y te celebro ¡Brindo por ti y contigo! Eros, fuerza dionisíaca, africana, taína y todas las etnias primeras juntas. Belleza. Creación vigente, universal y perdurable, siempre renovadora frente a la quiescencia, la violencia, la devastación, la feúra y la tumba.
¡Cambia el paso, que se te rompe el vestido!

Manifiesto por una Política Cultural Moderna
Para que la cultura trabaje como agente estratégico de transformación.
Producido por KEA European Affairs. Bruselas – Bélgica, 15/09/2020 www.keanet.eu
- La política cultural considera e incluye como cultura a todas las formas de actividades creativas, las artes y la cultura popular.
- La cultura es una expresión de recurso local, colectiva e individual, que requiere de cartografía. Este recurso multidimensional está vinculado a la lengua, las tradiciones, la herencia, el talento, las industrias e instituciones.
- La cultura debe ser accesible a todas y todos en escuelas, universidades, museos, lugares patrimoniales o sitios culturales (teatros, cines, eventos en vivo) y canales mediáticos (lineales o no lineales).
- Participación cultural implica el acceso a obras de artes, encuentros con artistas, prácticas artísticas, emprendimientos culturales y otras instituciones.
- La política cultural contribuye a apoyar la sostenibilidad, la diversidad, la inclusión de género y la igualdad. Promueve la cultura y las expresiones artísticas en su diversidad y sin discriminación, con el debido respeto a la libertad de expresión como un valor esencial para apoyar la creación.
- La política cultural apoya el patrimonio cultural así como también la experimentación en el arte y la creación.
- La política cultural contribuye a la educación y la emancipación de los ciudadanos a través de la valorización de la imaginación, la creatividad y las habilidades blandas que son importantes para navegar en las interacciones impulsadas por la tecnología.
- La política cultural contribuye al desarrollo de una infraestructura (física y virtual) y permite el acceso a obras de arte, conocimientos culturales, el desarrollo de prácticas artísticas así como el crecimiento del sector cultural, incluyendo industrias artísticas y culturales.
- La política cultural se basa en el compromiso mutuo de los ciudadanos, la comunidad educativa, asociaciones culturales, empresas culturales y autoridades públicas. Por lo tanto, la política cultural debe asociar a todos estos interesados en su desarrollo e implementación.
- La política cultural empodera a los actores culturales para facilitar la expresión y representación colectiva en las políticas públicas.
- Artistas y trabajadores culturales deben contribuir en los debates públicos sobre ciencia, tecnología y gobernanza política. La política cultural trata de habilitar a los artistas para sublimar realidades y preguntar sobre “progreso”, “verdad” y “realidades”.
- La política cultural tiene como objetivo fomentar la producción y distribución de contenido cultural local y expresiones creativas (música, audiovisuales, edición de libros, artes escénicas, artesanías, juegos y diseño) así como la difusión de dichas expresiones locales en el exterior para nutrir el diálogo cultural.
- La política cultural promueve intercambios culturales y entendimiento cultural recíproco contribuyendo así al objetivo de apoyar la diversidad cultural y la empatía.
- El diálogo entre las culturas se mejora a través de la educación, el aprendizaje de idiomas, la coproducción, la distribución conjunta, la traducción y el subtitulaje.
- La política cultural juega un papel decisivo en la habilitación y el desarrollo de un ecosistema creativo local, asociando disciplinas creativas y artísticas en actividades interdisciplinarias, en particular con la ciencia y la tecnología.
- Fomentando el desarrollo de centros creativos e incubadoras culturales o hacedores de espacios culturales. La política apoya el espíritu empresarial, la innovación, la regeneración urbana y rural, el turismo sostenible y la calidad de vida.
- La política cultural construye puentes entre el sector cultural y el sector financiero para promover la inversión en el sector cultural.
- Por su economía y dimensión social, la política cultural debe abarcar los siguientes dominios de políticas: propiedad intelectual, fiscalidad, comercio, innovación, política social (integración y cohesión), relaciones internacionales, tanto como la educación.
- La política cultural debe estar sujeta al trabajo de investigación (incluyendo fuertes estadísticas) y a la evaluación para monitorear el impacto de sus acciones. Traducido por ARTEASCOPIO A.C.

Carta a un amigo de la infancia...
…de quien llevaba muchos años sin saber y que, entusiasta, me pregunta cómo está mi país.
Nuestra naturaleza nacional, de la que parece estamos hechos todos los seres humanos, contiene importantes vestigios militaristas, castristas, sumisos y manumisos, masoquistas, cimarrones e insurrectos, venidos de pasados gloriosos muy distantes en el tiempo y mezclados arbitrariamente con pusilánimes hazañas contemporáneas como la de un gordo con franela rosada que como, pereza de Baruta, ni pestañea mientras un enjuto uniformado de boina ladeada se excusa diciendo que no se han logrado los objetivos planteados por ahora y que perdonen la vaina, perdonen la jodedera, pero más temprano que tarde, el cambio vendrá para estar mejores, para ser mejores, para que estemos mejor y seamos de una buena vez y para siempre el mejor país del mundo.
Nuestra memoria de teflón, en la que a veces resbalan los recuerdos como un par de huevos fritos, no olvida sin embargo los deslaves acaecidos poco tiempo después, por donde rodaron ciudadanos y pertenencias hasta que se desvaneció un estado completo en la peor tragedia nacional después del terremoto de 1812, mientras se celebraban unas elecciones y no se atendía la tragedia en curso sino que se vitoreaba el porvenir. No se aceptaban ayudas humanitarias foráneas sino que se arengó ¡vuelve el trisagio!: Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca. No se detuvo referéndum alguno por una nueva constitución, mientras se celebraba el futuro promisor con palabras mágicas. ¡Y listo! ¡Porque Venezuela siempre ha sido un país de futuro! Lástima que no salgamos del futuro, como decía siempre un músico valenciano entre tragos y notas de su piano, rayando una nueva partitura, tristezas profundas en tono menor, seguramente.
A partir de ahí lo demás es replay. A partir de aquel momento lo que vino sigue siendo ritornelo. Estribillo agravado que deriva en fraude y fracaso, asco y náusea, náusea y asco, engaño tras engaño. Memorial de agravios. Desbaratamiento progresivo y creciente del tejido social. Alí Babá y los cuarenta y pico de ladrones. Sin olvidar la anuencia cercanamente pretérita de unos carcamales notables, unos cuantos anti políticos y algunos empresarios clamando con viejos rencores, optando por la rotura, la quiebra, y sin dejar de lado cómo las faltas de respeto comenzaron en una juramentación ante un señor honorable ya mermado, en un acto también repetitivo pero que había producido una noción democrática a lo largo de cuarenta años y piquito.
El ouroboros sigue mascándose su propia cola más de veinte años después. Con saña y alevosía. Con los mismos musiúes y las mismas cachimbas. Mandando más que un dinamo a las tropas famélicas. Con uniformes similares, buenas panzas y dientes completos, armados hasta el blindaje y defendiendo honores mientras se cocinan divisas aconsejados por la mandinga caribeña que sigue mamando de la teta, enfundados en guayaberas y carros blindados, cobrando en dólares, eso sí.
Como cuatreros de mala película mejicana, como bucaneros y corsarios del Caribe milenario, en operaciones piratas, se han dado a la tarea de asaltar caminos y propiedades privadas, instalar alcabalas móviles, cobrar peaje, establecer vacunas, endiosar pranes, disparar gases, balas y metras en líneas de muerte, manejar blindadas ballenas con nocivos chorros de agua, nombrar verdugos en altos cargos de justicia, reproducir esbirros, pagar por matar a civiles manifestantes, perseguir a la disidencia, espantar hasta el exilio, buscando exportar orgullosamente su «modelo» -nociva colcha de retazos, monstruo, Frankestein contemporáneo- y buscando a ver cómo acaban de puyarle los oídos y, sobre todo, la boca a la señora de la balanza.
Con subterfugios leguleyos han ido y seguido armando toda una trama que ampara triquiñuelas, secuestros, asesinatos, torturas y muerte. Jugarretas e inversiones ruínes que aseguran nuevas empresas a futuro, limpias y sanas de polvo y paja. Engrasándole las manos o extorsionando a empleados públicos, poniendo la burocracia hasta en el internet. Haciendo crecer el número de testaferros aquí y afuera para proteger la indecencia. Expropiando medios de difusión masiva o comprándolos a precio de gallina flaca y gallo muerto. Esparciendo un éter adormecedor, buscando perpetuar silencios y otras sumisiones. Amenazando los pocos canales libres de comunicación y televisando los portentos de lo que vendrá, del país libre y soberano con muchos motores que siguen sin prenderse, pero que mañana sí porque más temprano que tarde, el cambio vendrá para estar mejores, para ser mejores, para que estemos mejor y seamos de una buena vez y para siempre el mejor país del mundo.
Se creen herederos de una casta indomable y orgullosamente se creen ese cuento, esos cuentos. Perros mordiéndose entre ellos y perros mordiéndose la propia cola -¡y que me perdonen los mejores amigos del ser humano!- insisten en generar fórmulas de ley eficaces para el continuismo. Su naturaleza de alacrán les mueve a seguir picando al sapo aunque les lleve hasta la otra orilla. La feúra en salsa rosada; la torcedura en traje de etiqueta; la traición vestida de marca; los manjares chorreando por la comisura de los labios de los ahora grandes cacaos y las señoras recientemente empingorotadas; el buen whisky meneado con el mismo dedo que ha jalado el gatillo; los carros de último modelo para los hijitos y las hijitas que le reproduzcan los gestos, pero no aquí, sino afuera. Es decir, se mantiene el memorial de agravios y se agrava más aderezado con la sempiterna tendencia a echarle la culpa a otros, a los enemigos, a los que, de un momento a otro nos van a invadir y quienes han impulsado un bloqueo provocando una guerra económica tan feroz que pobrecito nosotros, mira dónde estamos.
A todas estas, la inflación no para y los sueldos no alcanzan; el dólar se ha subido a la batea con la propia anuencia oficial; los hospitales funcionan al mínimo indispensable de una curita; no se consiguen medicinas siempre indispensables; escasean alimentos; crecen los rosarios y las cadenas de oración; revientan los tweets y las mensajerías de texto; prosiguen vaticinios y palabras mágicas; los pésames abundan; siguen confiscando medios y cerrando emisoras; prosigue el ataque feroz contra el pensamiento libre, las humanidades y las universidades autónomas; las políticas públicas también escasean. El atraso pareciera perpetuarse, el internet sigue lento ¡tanto que a lo mejor ni siquiera llegue este mensaje a su destino! Y ya ha comenzado el tercer milenio, el XXI ya empezó ¡pero el atraso que han provocado los traidores es de un siglo! ¡Por los clavos de Cristo, Señor!
Así seguimos en el país. Así andamos en Venezuela. Ha habido temblores últimamente. Estamos temblando. Todas y todos. Crecidas de ríos y el mar picado. El Guaire todavía infecto sigue atravesando la ciudad, como metáfora interminable. Los zamuros no han parado de proliferar y también se mojan envueltos como en trajes negros, parados en las azoteas de casas y edificios mientras avizoran la carroña. Se acentúan aguaceros en todo el territorio nacional y no para de llover por dentro.
Cuando escampa, siguen volando los pájaros y las guacamayas por los cielos de Caracas con su alegre y colorido bullicio y El Ávila como telón de fondo junto a un cielo libertario, azul y claro. La sociedad civil, mayoría siempre, inventa, atiende, se protege y persiste aun con los exilios, las persecuciones y las trompas estiradas de quienes, creyéndose dueños de todo, de todas y de todos, siguen mandando, disponiendo, imponiendo, engañando, inquiriendo, amenazando, subestimando, legitimando la desgracia con decretos bárbaros, leguleyos, muchos disparates y auto hundimiento.
Así andamos en Venezuela. El dolor abierto, el luto vivo y el optimismo ahí.

¡Escribir emociona!
Bienaventurado el que sabe
que compartir un dolor es dividirlo
y compartir una alegría es multiplicarla.
Bienaventurado el arte,
que es la forma más inteligente y generosa del amor.
Facundo Cabral, poeta y cantautor argentino.
Candidato al Premio Nobel de la Paz.
Efectivamente, compartir una alegría, es multiplicarla. Como quien prepara, pica una torta y la brinda, aquí va una de esas alegrías. La vida me ha regalado la dicha de haber tenido maestras y maestros inolvidables, como seguramente cada quien recuerda los suyos. Mi querido Maestro Jesús Rosas Marcano fue uno de ellos.
Entre nubes de humo de tabaco y con unas copas cercanas, pasábamos horas y podíamos hasta amanecer compartiendo gentilezas y navegaciones submarinas. Me leía su columna que aparecería publicada en El Nacional o algún texto escrito por un niño o los versos de otro poeta. Veíamos fotos de viaje y nos deleitábamos con sus historias de cuando estudió en La Sorbona, donde se doctoró dos veces. Y con esa voz margariteña, esa voz rajada de pescador que siempre mantuvo, me pedía que le leyera a Shakespeare o a Chejov: ¡Es que tú tienes esa voz de actor, chico, y suena más bonito!
Hace unos buenos años, cuando compartía esas tenidas literarias junto a mi querido Chuchú, el Poeta insistía en la importancia de apelar al verbo y al sustantivo ¡Lo demás, es mierda, Carlitos! Una vez, fuimos juntos al querido pueblo de Cariaco y nos encontramos en su plaza con un grupo como de chorropocientos muchachos y muchachas dispuestos a jugar con la palabra. ¿Cómo hacemos con tantas niñas y niños? ¡Vamos a jugar! Tú con cien y yo con los otros cien ¡y nos ponemos a jugar! Aquello fue una fiesta inolvidable.
Don Jesús Rosas Marcano recomendaba amablemente hacer vida colmenera en los salones de clase, desarmar el aula. Alborotar ese avispero, agitar aquel panal de abejas gracias a las palabras mágicas y dejar que fluyeran las voces de las chamas y los chamos en un vocerío inolvidable.
Lo hacíamos y, efectivamente, lo que aparecía era un hermoso vuelo de palabras. En otro de nuestros talleres conjuntos, una de las participantes escribió una vez: Cuando yo quiero, la palabra entra en mi corazón. Entonces después entra en mi cabeza y ahí, la agarro. Se llamaba Monique y entonces esa niña tendría seis años ¡De seguro, ya será toda una mujer!
La escritura, como el hábito de leer, como el hablar, como la autoestima y el ser sociable y comunicativo, como tener sentido común y comprensión de las diferencias, son destrezas para preparar al alma y al cuerpo para la vida.
Habilidades socioemocionales y no habilidades blandas como se las conoce ordinariamente haciéndolas complementarias a las habilidades duras… Son habilidades socioemocionales que se entrenan y donde el ser humano cuenta con el teatro, por ejemplo, como una suerte de estupendo gimnasio en el que se genera un cabal y complejo ejercicio de artesanía intelectual, emocional y física, invaluable.
La palabra dicha, escrita o cantada, en verso con rima o sin rima, su escritura, nos religa entre los seres humanos, con el sí mismo y con el otro, favorece los intercambios del sentir y el pensar, nos reconforta en lo humano que somos. No hay que esperar a que hagamos una excursión para ir a la playa o subir a la montaña y prender una fogata para echar cuentos a su alrededor ¡Mejor si lo podemos hacer! Pero, aún en los tiempos que corren y con esta cuarentena, la palabra puede ser un factor para seguirnos vinculando, aunque sea a distancia. Lo hemos experimentado. Lo sabemos.
La palabra -como las artes y las artesanías, como aquello que somos capaces de manufacturar- está jugando un papel central en esta tragedia global actual, en esta situación pasajera y muy dura que estamos viviendo. La escritura es, además, una posibilidad de sacarle mejor provecho al tiempo libre. El ocio es también maravilloso, pero hacer algo como escribir que no tiene otro placer que el de encontrar las palabras bellas para ponerlas ahí y compartirlas, es esparcimiento asegurado desde la ludoteca que cada quien carga consigo.
Reunirse para jugar con las palabras, para luego leer y escuchar lo que cada quien haya escrito es una instancia de juego para emocionarnos y seguir, para llorar y reír juntos y continuar el camino, reivindicando lo humano… Para pasar de ser acostumbrados y naturalizados receptores pasivos a emisores activos, creadoras y creadores comprometidos con el don del ingenio. Humberto Maturana habla de lenguajear, una práctica donde uno armoniza lo que podríamos llamar lo intelectual y lo estético, donde lo central está en que lo que se escribe se escriba de una manera estéticamente seductora, y, desde el punto de vista de las ideas. Donde el amor sea sustento y se manifieste, donde la cooperación esté por encima de la competencia, de la guerra, del sometimiento y nos comprometa más con la naturaleza del ser que somos ¡antes que esta nave se nos convierta en una Babel absoluta!
El vivir humano se da en el conversar. La escritura, por tanto, es como una proyección del lenguaje oral o como la transformación de ese lenguaje a un medio que permite la oralidad del lenguaje en otra parte, que es lo que le pasa al lector. El lenguaje oral es sólo un modo de estar en el lenguaje. La escritura es una transposición del anterior, por eso se está más cómodo en el oral como un modo particular del vivir. Toca refundar nuestras sociedades actuales sobre las bases de la conversación y en un ejercicio de democracia que involucre a todas y todos. Así nos lo recuerda Don José de la Fuente, estudioso de Maturana y catedrático en varias universidades chilenas. El desafío alcanza a políticos, empresarias y empresarios, educadoras y educadores, científicos, artistas, poetas, así como a ciudadanas y ciudadanos de a pie, en lo que podría ser una armonía más completa de país, de región, de mundo, en un gran ejercicio permanente de concordia, donde quepan divergencias y convergencias.
Copiar y pegar, como se ha naturalizado. Repetir fórmulas, como se ha naturalizado “pericamente”, también es una posibilidad de escribir ¡repetir fórmulas que alcancen el sitio óptimo de los algoritmos en los canales por suscripción en donde una película o una serie se parece a la otra y en donde sólo cambian los lugares y los nombres de los personajes pero todas las películas son igualitas! Pero falta gracia y se nos hace muy grave porque estamos hablando de plagio o de continuidad de una estética, de un imaginario y un conjunto de contenidos más o menos uniformes que aplanan a la media el sentido común y el gusto gregario, que aplastan la expresión propia de cada una y de cada uno. Cosa muy distinta a que yo escoja tener varios escritores ejemplarizantes, paradigmáticos ¡Ah, yo quiero escribir como Borges, como Violeta Parra, como Rafael Cadenas o Dereck Wallcott, o como Mark Twain! ¡Como Shakespeare! ¡Quiero escribir y hacer películas como Tarkovsky o Win Wenders o Spike Lee!
Adicionalmente, escribir, así como leer, produce provechos similares a la meditación. Algunos científicos comentan que la lectura produce beneficios similares al mindfulness, reduce el stress y alarga la vida, previene el deterioro cerebral, mejora el sueño, potencia las habilidades sociales, estimula la inteligencia. Además, escribir nos aleja de la rutinización de nuestros días y nuestras noches, del peligroso hábito de acostumbrarnos a lo sabido y nos acerca hasta a la posibilidad de hacer crecer nuestro imaginario.
Y como lo encontramos escrito alguna vez -mi Maestro Chuchú y yo- en un grafiti sobre una pared bogotana: Para que todos los días sean distintos y no se amontonen como periódicos viejos en un sótano. Para que de todos quede algo, hay que escribir. Porque si escribo, este día no pasará al olvido. Este día escribí esto. Escribir no es perder el tiempo. Escribir no es imposible. Escribir es guardar un minuto de uno mismo en la eternidad.

Crear, crecer, escribir…
Sobre la escritura en tiempos de crisis.
El otro día, una joven psicóloga venezolana en el exilio me invitó a una conversación con las y los seguidores de su grupo. Psiquear se llama ese grupo. Psiquear es hacer alma. Me gustó su invitación. Más me gustó lo que hacen y ese nombre de asunto serio en medio de tanta barbarie, tanta banalidad y tanto dolor que llevamos. Entonces, ¡armamos la conversa! Aquel encuentro fue delicioso desde la primera pregunta: ¿Cuál es el papel de la escritura en tiempos de crisis?
Pareciera que las crisis forman parte de nuestras vidas. Uno escucha: Que esa niña es así ¡Esa es la crisis de la infancia! Que ese muchacho es asao ¡Esa es la crisis de la adolescencia! Que esa señorita es sancochao ¡Esa es la crisis de la juventud! Que ese maestro es así ¡Esa es la crisis de la senilidad! Es decir que, por un lado, la criticadera y, por el otro, unas vidas etiquetadas como críticas en cada una de sus etapas ¡Chico, pero nadie se esperaba esta crisis exógena, ni que se iba a prolongar como hasta la fecha! ¡Pero pasa, todo pasa, pasa todo como la ciruela pasa!, según decía Don José Ignacio Cabrujas, uno de mis Maestros más queridos.
Ahora, si es cierto ese diagnóstico reiterado de las crisis como acompañantes de la vida, entonces la cosa no es nueva. Conocemos de crisis. Si es así, entonces vamos a mirarla como quien ve, no sé, a un animal que vive ahí en el bosque, entre el follaje o en los contornos. Un animal a quien se le respeta, se le atiende y hasta llega uno a querer (como la gata que era novia del mono Panchito)… Ese es un recuerdo de mi infancia que lo tengo bastante querido y hasta lo escribí hace mucho tiempo (¡en la crisis de la
adolescencia!) y se ha quedado allí, y me sigue diciendo cosas… Es decir, que el papel de la escritura en tiempos de crisis es que me resulta un umbral, una puerta o una ventana, como cada quien lo vea, para acceder a uno, al sí mismo y a reconocerse como persona capaz de estremecerse, sensible de vibrar con las crisis, así como con unas imágenes o con una música y estar apto para enfocar entonces en los sentires, en los recuerdos y emocionarte con aquello y sentirte y reírte hasta con el fallecido Tío Luis que sigue vivo en uno y que tenía esas mascotas en su casa y que esa casa que visitaste alguna vez también existe todavía en el corazón… Esos recuerdos te reafirman en lo que eres, te hacen ver-te, re-ligarte. Así como las fantasías y los sueños de futuro te pueden reforzar el presente y el porvenir… Todas las vivencias, puestas en la escritura, es un asunto tan sabroso como leer libros… y en la medida en que más escribes y más hablas, lo quieres hacer mejor, más frecuentemente y eso te lleva al deseo de saber más palabras para expresarte con más tino… Es decir, que la escritura, como el juego, como los libros, como el teatro y las demás artes te salvan de que te arrastren las corrientes y te lleve el maremágnum. Ya lo decía el poeta francés André Maurois: Sólo el arte nos salvará…. Y cuando uno mira el panorama actual y pasado, con todos esos libros que ha escrito la humanidad uno se admira y agradece que esos poetas hayan escrito y nos hayan dejado esos regalos para afinarnos el alma y seguir bregando duro en las gestas cotidianas, como las llamaba Don Ernesto Sábato…
Escribir además, es obra de Dios por los hombres ¡y, por supuesto, por las mujeres! Escribir es extensión posible de lo natural, de la naturaleza humana… Escribir es también una manera de agradecer a las divinidades ¡Cristo, Buda, Alá, las diosas y los dioses del Olimpo, las divinidades Waraos o Baré o Mapuche! Agradecer y tratar de retribuir toda la maravilla de la naturaleza, incluyendo a los seres humanos, aunque mal paguemos con ideologías y dogmas, con caprichos, rigideces y otras imposiciones que lo que hacen es perturbar el libre flujo del sentipensamiento, como dicen en Bolivia.
Es tiempo de Pascua, de nacimientos y renacimientos, de posibilidad de recontactar con nuestro lado humanista ¡a tiempo completo! Es tiempo de sacudirse de esa condición de receptor, de copiar y pegar solamente, de ser repetidores, de ser apáticos y dejarse llevar por la inercia, de ser pasivos hasta con uno mismo y convertirse en autor, apelar al ingenio con otras combinaciones de los elementos, asumirse como creadores que todas y todos somos, desde que uno se levanta a ordeñar el coco y hasta que anochezca… Ahora, más que siempre, es propicio vincularse a las artes y a la poesía como vías hacia el disfrute de la vida perdurable, es tiempo de creer en la amistad como el invento más bello del ser humano, tal como nos enseñó el amado poeta venezolano Aquiles Nazoa y acceder gustosos al acto cotidiano de compartir el pan del conocimiento y el vino de las palabras más bellas del idioma en constantes ejercicios de amor y de entrega, de servicio, de artesanía emocional, intelectual y física para, a partir de allí, seguir construyendo entre todas y todos el futuro digno que merecemos los seres humanos en relaciones cada vez más armoniosas con el entorno, con la naturaleza. Abrirse como las flores y esparcir polen como las abejas…. Vida colmenera e ingenio para escribir, crear, persistir y seguir siendo, para resistir y continuar valorando el frágil milagro de estar vivos ¿Verdad, Don Eugenio?
En el principio era el verbo ¡y luego también!
Una mirada holística al asunto de escribir y leer, de conversar, de enaltecer la palabra.

Me preguntó una entrevistadora acerca de los tipos de textos escritos… Más que una pregunta, fue una provocación para explayarme. Entonces, le dije: ¡Esa pregunta es tan vasta que me gusta! Parece pregunta de Sherezade ¡que se salvó a ella misma y a sus hermanas haciendo preguntas como esa y respondiendo con cuentos y otras artes a las expectativas que despertaba su temible interlocutor de Las Mil y una noches!… Es tan vasta como aquel ancho piso azul de cemento pulido que había en el enorme patio de cayenas, guayabas y trinitarias floridas de mi infancia al que lavábamos y enjabonábamos para luego deslizarnos como peces dorados en el agua…
¡Son tantos los tipos de textos escritos! Todo está escrito y todo está por escribirse… El músico, el compositor ha tenido y tiene siete notas para componer todas las maravillas que ha creado, sólo siete notas para seguir generando sonoridades manguíficas… El escritor se ha válido de veintisiete letras en el español para escribir, asentar los cuentos en el viento, fijarlos sobre el papel o en la computadora, recordar, escribir y hasta predecir utopías y distopías… Tú me preguntas por tipos de textos y diría que el espectro va e incluye desde el texto que escribimos en un chat de nuestro grupo hasta las cartas de amor que también se estilan todavía. Desde un condensado tweet hasta una postal vía air mail. Desde el contenido de los sobres con delicados bordes diagonales, azules, blancos y rojos que todavía llevan los eternos carteros hasta la primera poesía que escriben los hijos y las hijas y uno viene y se las guarda para cuando crezcan y así conservar expresiones como: ¡Me gusta quererte! ¡Me gusta cariñarte! con las que Elisa Leonor nos hizo crecer como padres. Desde la prescripción médica ¡con todo y esa letra de miriñaque que tienen todavía muchos médicos para preservar sus secretos! hasta la receta de los remedios. Desde la biblia y los otros textos sagrados hasta las fotonovelas y las novelas; desde el chiste y hasta el relato; el cuento y la poesía con rima y sin rima; la palabra escrita, la palabra cantada, las palabras mágicas y la palabra hablada que te llega como un Pódcast, un mensaje de voz, un radioteatro; el libreto de un programa de televisión o el guion de una película, o la hermosamente enigmática pieza teatral…. El texto humorístico, las biografías, las letras de las canciones, los ensayos, la prensa que ahora también viaja por la Internet, los carteles de la calle donde se encuentran maravillas… ¡Lo bueno es que hay escritos para todos los gustos! No hay sino que ir a una biblioteca o a una librería y dejarse seducir por ese olor a madera antigua, como quien entra a una panadería justo a la hora cuando está saliendo el pan caliente o los bizcochos del horno… y maravillarse con los libros… Hay personas a quienes se les pasa la vida y nunca han tenido ese placer casi litúrgico de meterse en una biblioteca o en una sala de teatro donde los textos escritos flotan y emocionan en el aire gracias al arte de las actrices y los actores… Hay quien encuentra signos hasta en la lectura de los labios, en el fondo vago de una taza de café, en las numerosas líneas de la palma de la mano, en el encanto misterioso de los naipes, en la caligrafía generosa de las nubes, en la celestial gramática de las estrellas o en el deletreo manifiesto en el suelo marino… en el lenguaje secreto de las mascotas o en el rumor de la brisa cuando canta y conversa con las sábanas que acaban de colgarse…
Es así como la palabra nos acompaña desde antes de nacer y hasta después de morir, lo mismo que las fiestas y el buen humor… Se escribe, se ama con las palabras, cuando la Mamá preñadita va y se acaricia su prodigiosa barriga y le canta y le cuenta sueños de futuro a su bebé y le dice otras hermosuras haciendo dúos con el Papá… una vez nacida la criatura y se le canta para arrullarlo y duerma feliz… Cuando le enseñamos a contar con los dedos y las canciones y la palabra ahí…Cuando le leemos un cuento para que se duerma entre fantasías de su ingenio… Cuando le servimos de caballito y montados en nuestros hombros les contamos historias de caballeros andantes y damas amadas… La palabra cabalga con nosotros.
En esas primeras etapas, en esos primeros compases de la vida, la palabra viene con amor, sale instintivamente de otro y entra en uno para prepararnos a la vida. Escribir esos recuerdos es toda una experiencia importantísima… Decir esas palabras, registrarlas en la escritura, es preservarlas para que no se borre la memoria de los cantos y los juegos que duermen en el fondo ancestral de la humanidad ¿y todavía hay quien pregunta para qué preservarlas? Porque son lecciones de ternura para hacernos persona y abrirnos a la complejidad, para hacer alma ¡y la ternura es un derecho como escribió alguna vez el poeta Luis Carlos Restrepo! Ese señor colombiano escribió un libro excelente que comienza con un epígrafe sacado de los Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes: Donde tú eres tierno, dices plural… El libro de Restrepo se llama El derecho a la ternura y es toda una argumentación sobre los derechos en la intimidad, como parte de esos derechos propios del ser humano que sería oportuno construir allí desde el seno materno y durante toda la vida. Para entonces, gracias a la palabra, a la escritura y la lectura irnos haciendo anticuerpos y defensas amables para el porvenir.
Ya después, cuando vamos creciendo y empiezan a combinarse las intuiciones con el conocimiento, entramos en una zona maravillosa que es la de las lógicas chifladas. Así me gusta llamarla, así lo he dicho y fomentado en mis talleres con niñas y niños desde hace unos buenos años cuando, con cariño y respeto, escudriñamos los sentidos… ¡Allí aparecen relaciones y aseveraciones de picardía, de perspicacia, de gracia, que el niño o la niña van soltando y que nos sorprenden como verdades nuevas que son, que se constituyen! Toda una aventura plena de travesuras con la lengua, toda una etapa de nuevos descubrimientos va a ocurrir en relación con la palabra, su lectura y su escritura. Comienza todo un proceso donde, si el niño todavía no domina la lectura, ya reconoce algunas letras y las palabras que no reconoce, las inventa. Es todo un proceso de captura de nuevos sentidos puestos al lado de las intuiciones primigenias, un viaje que comienza como juego y así se lo proponen la madre y el padre y luego las primeras maestras que tienen a su cargo esa tarea tan crucial. En esos primeros años, la escucha es clave -como en el resto de la vida- para sumar nuevas frases y seguir animando el ingenio; la lectura y la escritura se convierten en llaves esplendidas para ponernos a fluir en ese universo de las palabras ¡Por eso es crucial el juego y no la imposición! ¡El acompañamiento y no la intromisión, ni la directividad que, si es mucha, sofoca!
Si ese proceso de enseñanza-aprendizaje, si ese fenómeno pudiera conservarse en las aguas del juego, combinado con el conocimiento, seríamos seres más completos, seres con alma. Pero entra la gramática y allí, si el maestro no tiene la información justa del sentido pedagógico aquello puede volverse una tortura. Es una tarea dura la del educador, muy intensa y mal pagada, pésimamente valorada en nuestra región y en estos tiempos cuando las y los pedagogos tienen que hacer su trabajo con bajo sueldo y atendiendo a una muchachera ¡El educador como el artista bien podrían ser tratados y exigidos como ciudadanos de primera de una buena vez!… Es imprescindible conocer los mecanismos de la comunicación, opuestos al mecanismo de la difusión, para que el juego permanezca ¡con las reglas propias que tiene cada juego, pero desde el sitio del taller artesanal! donde al calor de los elementos y las herramientas, el alfarero se ocupa, no se preocupa; se ocupa de enseñar a modelar a su aprendiz hasta que él alcance a levantar la pieza ¡Y aprender a levantar la pieza, una y otra vez, hasta el fin de los días y las noches! Se puede ¡Sí se puede!
Toca cambiar ¡y hay que hacerlo!
Porque el progreso consiste en el cambio, como decía Don Miguel

Ahora, hoy por hoy, cuando vamos más solos que la una y más tristes que un reloj sin cuerda, vale recordar y seguir teniendo presentes algunas cuantas cosas veredes, es decir, las cosas que hay que ver.
John Dewey, educador y estudioso de la pedagogía, dejó escrito: las metas e ideales que nos mueven se generan a partir de la imaginación. Pero no están hechos de sustancias imaginarias. Se forman con la dura sustancia del mundo de la experiencia física y social.
Las vivencias que vamos teniendo, que después relatamos y analizamos permanentemente, que compartimos desde el teatro y los otros medios, desde la música y la radio, desde las artes y la poesía han estado signadas por la imaginación, por visiones compartidas de futuro, por sueños propios y también de otros, por ensoñaciones que se van concretando día a día, noche a noche, días y noches en el ámbito individual, así como en el contorno social.
Si soñar no cuesta nada, pues, ¡hay que hacerlo! Y luego, ser fieles a esos sueños, leales. Lo que supone un acto de amor y valentía ¡y varios y muchos actos de pasión y coraje! Es decir, toca invertir en ellos para multiplicar los activos que poseemos como personas y como grupo humano, como sociedad civil y mayoritaria.
Es interesante apreciar con el tiempo cómo incentivan los cambios perceptibles, notorios ¡como los que estamos viviendo hoy día, por ejemplo! Cambios preñados de cosa extraña… ¡Tan extraño como no podernos abrazar, tan extraño como salir sin saber que podremos contagiarnos y enfermarnos! ¡Tan extraño como ver a niños manejando bicicleta con tapabocas o sin ellos!… Sólo lo difícil es estimulante, dijo el poeta cubano Lezama Lima… Y en el juego de lo posible podemos hacer más visibles los asuntos propios que no nos permiten crecer ni individualmente, ni mucho menos colectivamente y cómo podemos adoptar, acercarnos, apropiarnos, empoderarnos de otras pautas más alentadoras, definitivamente, más esperanzadoras.
Y en el tránsito entre lo que en el pasado fue provechoso y el porvenir, entre lo que resultó positivo antes y lo que podría ser un futuro distinto, en la traslación hacia tiempos mejores, en el aquí y ahora, ponderar a la cultura de la ocupación junto a la cultura de la entretención y movernos entonces, a nuestro modo y manera, de la cultura del desorden a la cultura de la organización; de la cultura del consumo a la cultura de la creación; de la cultura del descuido a la cultura de la atención; de la cultura de lo superfluo, a los métodos de la apnea; de la cultura de lo urgente, rápido y asistencialista, a la cultura del reposo, la contemplación y las esencias; de la cultura de la espera a la cultura del actuar, de la participación; de la cultura del desprecio a la cultura del cuidado, del amor; de la cultura del miedo a la cultura del atrevimiento; de la cultura de la improvisación a la cultura de la artesanía; de la cultura depredadora a la cultura de la preservación; de la cultura machista a la cultura de la equidad, de la complementariedad y el mutualismo; de la cultura de la imposición a la cultura de la democracia; de la cultura de la transmisión a la cultura de la comunicación; de la cultura de la soledad, a la cultura de la solidaridad; de la cultura del maltrato a la cultura del servicio; de la cultura de la desventura y el mentir a la cultura de la sabrosura del conocimiento y el vivir. Y es que, como decía Don Miguel de Unamuno: el progreso consiste en el cambio ¡Toca cambiar como personas y como grupos humanos, como civiles, para saber aprovechar hasta los vientos desfavorables!
Como canta aquel coro salsoso e inolvidable: Cambia el paso, que se te rompe el vestido.
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